REINVENTARSE

Ahora lo llaman reinventarse. Lo que toda la vida de Dios yo he llamado borrón y cuenta nueva. Y es que si he faltado todo este tiempo (desde mayo, según mis cálculos), no ha sido por pereza (bueno, un poco sí) o por olvido (de eso ni pizca, cada día recordaba yo mi rincón de libertad). Ha sido porque en mi vida ha habido unos meses de proceso catártico, de cambio constante y a ritmo vertiginoso.

Si he de ser leal a la verdad he de decir que los tres primeros meses estuvieron llenos de miedo, de inquietud, de, incluso,  a veces terror. No era un miedo a lo físico, sino a lo venidero, a lo plausible, al futuro. Había un día marcado en el calendario de julio que era clave para mi y mi familia. Ese día podía significar una rotura total en nuestras vidas o podía ser el final de una larga pesadilla. El día llegó. Y los acontecimientos no fueron muy halagüeños. Todo pintaba mal, muy mal. Tan mal que no podía recomponer mi ánimo como no podía recomponer mi intestino, ya sabes, ¿cómo se dice?, efectos psicosomáticos. Después de ese día había que esperar entre una y dos semanas para conocer el futuro real que le esperaba a mi familia.

Yo soy de las que tiran para adelante siempre, sea como sea, aunque sea con la cabeza en la mano y arrastrando una pierna. Soy de las que se agobian en el primer momento y dos segundos más tarde ya estoy maquinando cómo hacer para que las cosas cambien a mejor. Soy de ésas que no se amilanan, de las que siempre tiene proyectos que pensar, llamadas que hacer y gestiones que intentar. Soy de ésas.

Y sin embargo esa semana y media era como una momia ambulante. En casa no, en casa seguía tirando de todos y poniendo buena cara, porque si me hundía yo no iba a será nada bueno para la familia. Una semana y media de verdadera espera impaciente.

Y de repente, una llamada. Una llamada liberadora, una llamada dando la gran buena noticia que en el fondo de mi ser estaba esperando y pidiendo a gritos. Llegó la respuesta dando fin a una pesadilla que ha durado demasiado tiempo. Y a esa llamada siguieron unos días de alivio profundo, de relax y de empezar a pensar en más planes y más proyectos.

Y en dos semanas más llegó la oportunidad que esperaba,  la oportunidad para coger todos mis (nuestros) bártulos y hacer ese borrón y cuenta nueva. Y tan nueva. Tan nueva que hay días en que me despierto y todavía no me reconozco en mi propia vida, ni reconozco la vida que me ha tocado vivir ahora como una nueva puerta a la libertad más absoluta.

Se acabaron los coches, los semáforos y los sonidos de la ciudad. Ahora solo escucho el sonido de la tranquilidad, un silencio donde se pueden escuchar a las estrellas en movimiento.

Y aquí estoy. Otra vez. Tampoco ahora sé lo que durará. Ya veremos. Me encantaría que este blog o diaro o como se llame formara parte de mi el resto de mi vida. Pero a veces no sabes lo que te depara la vida veinticuatro horas después.

Hoy por hoy, aquí estoy.

Yo voy a aprovechar el momento.

¿y tú?

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