SUEÑOS PETRIFICADOS

rostro1

En mi casa nos suele gustar ver los concursos de talentos; nos convertimos en jurados autorizadísimos, e incluso debatimos entre nosotros sobre los concursantes. Nos lo pasamos bien y se nos pasa el tiempo sin darnos cuenta.

Y viendo estos concursos acabas escuchando una frase unas mil veces, una frase  que a mi, en particular, no es que me moleste. No es que me chirríe un poquillo.

Es que me cabrea.

Antes solo me cabreaba un poquito, lo justo para que se me olvidara en cuanto cambiaban de tema. Pero lo dicen tantas veces, lo machacan de tal manera, que ahora cada vez que la oigo suelto un resoplido que me oyen en Tombuctú.

Seguro que la habéis oído tanto como yo: “No dejes nunca de perseguir tu sueño”.

Mira, mira mi brazo: sarpullido, me sale.

Es una frase que al principio, incluso te suena bien, ¿verdad? Pero a fuerza de repetirla, y repetirla, y sobre todo, repetírsela siempre al mismo perfil de concursante, ya toca fondo.

Vale, entiendo su mensaje cuando es la primera vez o la segunda, o incluso la tercera, que una persona intenta algo y no lo consigue. Pero si ya van años y años intentando algo, ya es hora de pensar que algo falla, o el objetivo o los medios utilizados; hay que revisar algo, ¿no? Oye, pues no. Les dicen algo así como “yo te voy a volver a decir que no, pero tú sigue intentándolo”.

Me da la sensación de que el mensaje es: “aférrate a un ideal. No importa que no valgas para eso, que no tengas cualidades o que tu casa se esté incendiando en este mismo momento… tú sigue intentando conseguir tu sueño”. El sueño se convierte en la panacea, en un ideal por que merece la pena sacrificar todo lo demás por él, aun cuando no se vaya a conseguir nunca.

¿De verdad eso nos hace felices?

Los sueños están muy bien, pero no creo que haya que tener un sueño permanente y petrificado durante toda la vida, independientemente de los vaivenes de la vida; los sueños van y vienen, se transforman y evolucionan, como evoluciona la propia persona que los tiene. Hay que saber cuándo hay que poner punto final a algo. Es tan importante saber finalizar algo como empezarlo. Y es importante que no sea un drama.

Me cabrea que se identifique el dejar un sueño sin cumplir con la debilidad personal o la desconfianza en uno mismo (uffff, la de veces que he oído eso). Hay sueños que hay que dejar que se alejen. Es lo sano, lo que nos confiere fortaleza y nos afianza en nosotros mismos. Evolucionar. Si no lo hiciéramos, en el mundo solo habría médicos, bomberos, futbolistas, cantantes y  actores. Y todos con ocho años mentales, claro. O al menos, solo estos serían felices, porque han “conseguido sus sueños”; ¿qué pasaría con los conductores de camiones, con las amas de casa, o con los barrenderos? ¿es que ellos “no han cumplido sus sueños”? ¿no será que han sido lo suficientemente inteligentes para variar el rumbo de sus sueños y no ponerlos solamente en un éxito profesional sin precedentes? ¿es que cuidar de nuestra familia no puede hacernos felices? ¿o es que no me puedo tomar el trabajo simplemente como un medio para vivir, y poner mi felicidad en otras cosas?

Entendería que no deberíamos dejar nunca un sueño si la vida fuera una línea recta. Pero es que la vida es una gran olimpiada: hay alturas, hay lagos, ríos y mares; hay grandes llanuras y tortuosos caminos pedregosos; ni las primeras aseguran la felicidad ni los segundos la impiden. ¿Cómo vamos a fijarnos siempre el mismo sueño en todas las situaciones y circunstancias? No insultemos a la inteligencia por favor, que para algo nos habrá sido concedida.

Enseñemos a las personas a pasar página cuando es necesario, sin culpabilidades, y avanzando en la vida siendo felices.

(Imagen: detalle de “Ofelia” de John Everett Millais, 1852)

5 comentarios en “SUEÑOS PETRIFICADOS

Deja un comentario